martes, 28 de abril de 2020

La victoria del capitalismo implícito.

Una de las cosas que, sin dudas, hace que uno se pregunte sobre las ideologías políticas, económicas y filosóficas, y sobre si realmente tienen sentido o no, es sobre qué tan bien se difunden y sobre qué tan bien las acepta la gente. Si bien no todas las ideas, correctas e incorrectas, tienen el mismo impacto en las personas, es de esperar que aquellas que posean más sentido común sean capaces de ser aceptadas por los individuos de manera mucho más apacible, flexible y coherente que aquellas ideas que, ocultando contradicciones o defectos inherentes a su redacción, tengan que ser implementadas por la fuerza en aquellos que se nieguen o, por su defecto, simplemente no puedan aceptarlas.

Tal es el caso del conflicto entre el capitalismo y el comunismo, sistemas económicos que han dividido a la sociedad desde el siglo XIX. O dicho en términos filosóficos, el marxismo y el libertarianismo (o liberalismo, según fue concebido originalmente). O dicho en términos sociopolíticos, la eterna lucha entre la izquierda y la derecha.

Unos podrían decir que es una lucha trillada, algo que no puede tener sentido desde que Gorbachov causó el hundimiento de la U.R.S.S (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) en 1991, que tan precaria y violentamente habían sido unificadas bajo el símbolo de la Hoz y el Martillo por tiranos con malas ideas: Lenin, Trotsky y Stalin. El Pacto de Varsovia se disolvió, el Muro de Berlín de cayó, y la magia que producían las ideas de Marx y Engels se convirtieron en las tonterías dichas por una minoría e individuos todavía aferrados a principios intelectuales arcaicos y poco sometidos a la verdadera realidad de la fluctuación de los mercados o la propia esencia de la naturaleza humana. Incluso tras la caída de aquel enorme bastión de los marxistas, también han sido destruidas más tiranías, y la presencia de algunas ha dejado en ridículo a las ideas de una sociedad sin clases en donde el Capital no existe y los obreros deciden sobre las superestructuras que mueven la sociedad.

Es un pensamiento loable, pero equivocado. El paradigma de la eterna lucha entre el capitalismo, el libertarianismo, la derecha y el individualismo contra sus enemigas naturales, el comunismo, el marxismo, la izquierda y el colectivismo, no ha cambiado en lo más mínimo. Simplemente hubo una pausa que puede tomarse en cuenta desde el derrumbe de la URSS y las guerras yugoslavas hasta el ascenso de nuevos símbolos comunistas en latino-américa, Asia y el norte de África. Una pausa que apenas duró durante la era dorada del capitalismo: los años 90.

Actualmente, la lucha ideológica ha vuelto a intensificarse. Nuevamente, el capitalismo va ganando. Y esta vez, sin el influjo de una enorme potencia como la URSS, y un capitalismo que tuvo 10 años para prepararse, nuevamente, con pequeñas excepciones, otra vez el capitalismo está arrinconando al comunismo, o a su hijo, el socialismo, contra una esquina del ring. Libia, Cuba y Venezuela se quedaron sin sus magníficos tiranos. Uruguay, Brasil y EEUU tienen líderes más fuertes que nunca, el mundo ha rechazado la violencia marxista en toda Sudamérica, y el globo ha sido testigo de los nefastos actos de mentira y despotismo que la República Popular China, junto a sus cómplices en la OMS, han hecho para intentar disimular el verdadero impacto de la pandemia, ocultando lo que subyace realmente en China.

China ha tomado el lugar de la  URSS en el mundo, como la potencia militar y económica que amenaza siempre con usurpar la supremacía hegemónica a EEUU y a su eterno, inestable pero a la vez indestructible capitalismo. Corea del Norte ahora ocupa el lugar de Cuba como el diminuto monstruo con un líder casi deidificado que podría ocasionar una guerra en cualquier momento, y también Venezuela ha tomado el lugar de Cuba como el cáncer que esparce las ideas socialistas al resto de países vecinos, aunque lo haga bajo tutela del castro-comunismo de La Habana. México y su líder, AMLO, han tomado el lugar de la Chile de Allende como el país socialista que más está quedando en ridículo en los últimos años. Incluso, de forma chistosa, Vietnam ha tomado el lugar de Yugoslavia como el país que, llamándose a sí mismo socialista, es en realidad amistoso con los EEUU y el capitalismo, siendo el que no se mete en discusiones ideológicas entre bandos y prefiere ser conformista.

Como vemos, el panorama permanece casi intacto. Lo que ha cambiado son las generaciones de jóvenes, y la tecnología que se ha creado para ellos. El mundo ya no puede ocultar mentiras, y aquel que lo intente recibirá una dosis de la Verdad, como lo está recibiendo China incluso de los medios que usualmente preferían ser más críticos de los Estados Unidos.


Suena a un disparate cuando lo escuchas la primera vez, pero estoy convencido de que el capitalismo le lleva la ventaja, al menos en términos de popularidad, al comunismo, tanto en el aspecto económico, gracias al monetarismo y la escuela austriaca; en el aspecto político, gracias a todos los testimonios de millones de intelectuales que pueden aseverar sobre los horrores del bloque socialista y la tiranía de sus gobernantes; incluso desde el aspecto filosófico, en donde Ayn Rand, Hannah Arendt, Karl Popper e incluso Bertrand Russel ayudaron a exponer, criticar y poner en absurdo los conceptos marxistas; incluso Sartre, un famoso comunista francés, terminó resignándose parcialmente tras las brutales invasiones de Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968, teniendo que escribir artículos en donde criticaba al socialismo soviético y en donde incluso parecía retractarse de ciertas ideas del pasado.

Pero, si tantos golpes se le ha dado al comunismo, ¿por qué se rehúsa a morir? Quizás por la propaganda, que quizá sea el arma más mortal de los totalitarios. Con el control de los medios de comunicación, o al menos la gran influencia de los medios periodísticos (aunque la mayoría de los periodistas de hoy en día no merezcan ese título sino el de bloggers graduados), la enorme idolatría hacia sus líderes o la insistencia de algunos intelectuales como Zizek de que Marx todavía es relevante para nuestros días, es que el comunismo, herido y apuñalado, se mantiene en pie, para dolor de los millones que han sufrido y muerto a sus manos, o intentando combatirlo.

Sin embargo, no es nada comparado con las heridas que el capitalismo ha tenido. Ha aguantado crisis económicas, pandemias globales, múltiples guerras contra ideologías poderosas, no solamente el comunismo, se ha mantenido en pie mientras los populismos de izquierda se hunden en la mediocridad y soporta con tranquilidad las eternas y desfasadas críticas de sus enemigos, sin apenas usar propaganda. El capitalismo tiene una gran debilidad, y es que no intenta adoctrinar a los pueblos que están sometidos bajo su ideología. Cuando un país se vuelve capitalista, se vuelve capitalista y punto. Al ser una ideología que pugna a favor del libre mercado, el individualismo y la libertad de decisión y adaptación, los individuos no necesitan de un aparato educativo que les enseñe cómo funciona el sistema, ya que ellos pueden aprenderlo, quieran o no, si quieren vivir en este sistema.

En tal aspecto el capitalismo es implícito: no necesita de adoctrinamiento. Al ser una ideología que se encarga de describir la realidad más que en esbozar un ideal utópico, las metas que promete son realizables y no dependen de un líder supremo, un gobierno efectivo o incluso de la abundancia de recursos naturales. Solamente se requiere ingenio e independencia para convertir a Suiza, un árido, frío y montañoso país pequeño de adictos al chocolate, en uno de los países más ricos del mundo. Incluso islas sin gracia como Taiwán se han convertido en florecientes paraísos, gracias a su sistema capitalista.

De hecho, la riqueza de paises como China solo pueden explicarse con el hecho de que han aceptado ciertos principios del capitalismo a su sistema comunismo, algo que ellos, para disimular, llaman "socialismo con peculiaridades asiáticas", cosa que no es más que el corporativismo fascista del que los socialistas de todo el mundo siempre se quejan.

El capitalismo, implícitamente, se declara a sí mismo ganador de la contienda contra el comunismo: cada vez que seguimos la lógica del mercado, cada vez que nos quejamos de la inefectividad de las políticas de Estado, cada vez que recordamos que política y corrupción van de la mano, cada vez que recordamos los errores de las eras comunistas y cada vez que el mundo ha sido testigo de como los tiranos caen, demostrándose inútiles y falsos ante los ojos del mundo. El capitalismo es una fuerza que no tiene creador, y por ende, tampoco tiene un destructor. Es una idea que se ha ido formando en las personas, incluso quienes no son empresarios o filósofos. No tiene dogma y cada intelectual ha defendido al capitalismo o le ha diseñado conceptos diferentes para explicarlo. Incluso decir que "el capitalismo es la mínima intervención del Estado en la economía" o "el capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción" son solamente términos que se limitan a esbozar a uno de los miles de puntos que podrían describir al capitalismo. Ideas cono el liberalismo clásico, el libertarianismo, el conservadurismo, el nacionalismo, el objetivismo e incluso los anticapitalistas han intentado definir de muchas formas y con muchos nombres el capitalismo, todos con virtudes y defectos a la hora de hacerlo.

Lo cierto es que el capitalismo es un principio sin dogma que deja a sus simpatizantes justificarlo del modo que prefieran (de ahí que Ayn Rand sea atea capitalista, pero Milei se atreva a decir que Dios es libertario) y con los propósitos que deseen (ya sea armar una empresa sin ser cargado con impuestos por el Estado, o simplemente tener la libertad de criticar a quien se te dé la gana sin que te odien, arresten o maten por contrarrevolucionario, alienado, neoliberal o "facho", que es el insulto de moda). El capitalismo puede ser totalmente individualista o incluso estar cimentado en el espíritu libre e independiente de un pueblo soberano. Da igual. El capitalismo se adapta a las realidades en las que tiene que aparecer, y soporta todo. Pero siempre, eso sí, siempre, ha resultados, exceptuando cuando el comunismo y sus aliados, sean quienes sean, interfieren para arruinar los planes del capitalismo para luego decir que el capitalismo tiene defectos inherentes.